Trastornos gramaticales como clave del TDL

El Trastorno del Desarrollo del Lenguaje (TDL), anteriormente conocido como Trastorno Específico del Lenguaje (TEL), es una condición del neurodesarrollo que afecta la adquisición del lenguaje sin que existan causas evidentes como déficit sensoriales, neurológicos, intelectuales o emocionales que lo expliquen. A lo largo de las últimas décadas, diversas investigaciones han mostrado que, si bien el TDL puede manifestarse de manera diversa en cada niño, la afectación gramatical constituye una de sus características más centrales, persistentes y definitorias. La gramática, entendida como el conjunto de reglas que permiten organizar las palabras en estructuras coherentes, está en el núcleo del lenguaje humano. La evidencia clínica y experimental sugiere que en el TDL los principales obstáculos para la comunicación no están tanto en la pronunciación o en el uso del vocabulario como en la imposibilidad de generar oraciones correctamente estructuradas, de utilizar adecuadamente los tiempos verbales, los pronombres, las preposiciones y otros elementos gramaticales, o de comprender oraciones complejas.

El lenguaje humano se organiza en distintos niveles: fonológico, léxico-semántico, morfosintáctico y pragmático. Aunque todos estos niveles interactúan entre sí y pueden presentar dificultades en el TDL, el componente morfosintáctico, es decir, el que regula la forma en que se combinan las palabras y se ajustan morfológicamente entre sí, parece estar especialmente comprometido. Muchos niños con TDL omiten morfemas gramaticales como las desinencias verbales, los artículos definidos, los marcadores de plural o los pronombres clíticos. Así, se observan producciones como “chico come” en lugar de “el chico comió”, “mamá casa” en vez de “mamá está en la casa”, o errores en la concordancia entre sujeto y verbo. Estos errores no son producto de una falta de exposición al lenguaje, ni tampoco pueden atribuirse a un retraso general del desarrollo, ya que incluso niños con cocientes intelectuales normales o elevados presentan estas dificultades cuando tienen TDL.

Los estudios comparativos entre niños con desarrollo típico y aquellos con TDL muestran que estos últimos tienen un desfase importante en la adquisición de las estructuras gramaticales, tanto en la producción como en la comprensión. Por ejemplo, tienen dificultades para interpretar oraciones pasivas (“el perro fue perseguido por el gato”) o relativas (“la chica que corre es mi hermana”), y para construir oraciones complejas que involucren subordinadas causales, condicionales o consecutivas. Asimismo, la comprensión de enunciados que requieren inferencias sintácticas, como los que contienen anáforas o referencias cruzadas, resulta especialmente dificultosa para estos niños. La adquisición del sistema verbal es otra de las áreas sensibles, ya que muchos niños con TDL no logran consolidar el uso de los tiempos verbales o emplean formas incorrectas, como infinitivos en contextos en los que deberían usar conjugaciones finitas. Este fenómeno ha sido observado en distintas lenguas, lo cual sugiere que existe un déficit en los mecanismos gramaticales de base y no solo en aspectos superficiales del habla.

La lingüista y neuropsicóloga Dorothy Bishop ha sido una figura central en el estudio del TDL, y ha sostenido que este trastorno se caracteriza por una disociación entre el desarrollo cognitivo general y el desarrollo gramatical, dado que muchos niños con TDL presentan habilidades no verbales normales. Según Bishop (1997), “el déficit en la adquisición de la gramática no puede explicarse por limitaciones generales de aprendizaje o de memoria, sino que parece implicar un mecanismo lingüístico específico que no se desarrolla adecuadamente”. Esta afirmación respalda la hipótesis de que el TDL constituye una alteración particular del componente gramatical del lenguaje, y no una consecuencia secundaria de otros déficits.

Desde un punto de vista teórico, varios modelos han intentado explicar por qué la gramática está tan profundamente afectada en el TDL. Uno de los más influyentes es el propuesto por Rice y colaboradores, conocido como la hipótesis del infinitivo opcional extendido, según la cual los niños con TDL atraviesan una etapa prolongada en la que consideran opcionales ciertos morfemas gramaticales, especialmente los verbales. En el desarrollo típico, esta etapa es breve y transitoria, pero en los niños con TDL se extiende mucho más allá de lo esperable. Otro modelo, el G-SLI (Grammatical-Specific Language Impairment), planteado por Van der Lely, sostiene que el TDL afecta específicamente los mecanismos gramaticales jerárquicos del lenguaje, es decir, aquellos que permiten construir estructuras complejas a partir de reglas abstractas. Estos modelos tienen en común la idea de que el déficit no es simplemente de tipo funcional o pragmático, sino que existe una alteración profunda en el sistema gramatical que regula la sintaxis y la morfología.

Bishop ha propuesto también que el TDL podría involucrar una combinación de factores hereditarios y neurocognitivos que afectan principalmente la percepción del habla y el procesamiento gramatical. En sus investigaciones, ha encontrado que los niños con TDL tienen un desempeño significativamente más bajo en tareas de repetición de oraciones y pseudopalabras, lo cual se ha interpretado como una manifestación de déficits en la memoria fonológica y en la manipulación sintáctica (Bishop et al., 1996). Estas dificultades afectan directamente la capacidad de construir y comprender estructuras gramaticales, especialmente aquellas que requieren una organización jerárquica y no simplemente lineal del lenguaje.

Uno de los aspectos más relevantes que refuerza la hipótesis de que el TDL es un trastorno gramatical es la persistencia de estas dificultades a lo largo del tiempo. Si bien algunas manifestaciones del trastorno pueden atenuarse con la intervención y el crecimiento, los errores gramaticales tienden a mantenerse incluso en la adolescencia y la adultez. Bishop (2014) ha destacado que la gramática es el aspecto más vulnerable del lenguaje en estos casos, y que su afectación puede tener consecuencias duraderas en la escolaridad, la lectoescritura y las habilidades comunicativas generales. Estudios longitudinales han demostrado que muchos jóvenes que fueron diagnosticados con TDL en la infancia continúan teniendo dificultades para construir oraciones complejas, para organizar sus ideas por escrito y para comprender textos que implican relaciones gramaticales sutiles.

Comparar el desarrollo del lenguaje típico con el desarrollo alterado en el TDL también permite entender por qué la gramática se presenta como un componente vulnerable. En el desarrollo típico, los niños adquieren las reglas gramaticales de manera implícita y gradual, guiados por la exposición al habla de los adultos, la interacción social y la capacidad de extraer patrones del input lingüístico. Esta adquisición es rápida y efectiva, y permite que en pocos años los niños dominen estructuras complejas sin necesidad de instrucción formal. Sin embargo, los niños con TDL muestran una gran dificultad para abstraer estas reglas y generalizarlas, aun cuando están expuestos a un entorno lingüístico rico. Esto sugiere que existe un déficit en la capacidad de aprendizaje gramatical, es decir, en los mecanismos cognitivos que permiten internalizar la estructura del lenguaje.

El hecho de que estas dificultades se observen en distintas lenguas, aunque con manifestaciones particulares según el tipo de morfología de cada idioma, refuerza la idea de un déficit gramatical subyacente. En lenguas con una morfología más rica como el español, el italiano o el alemán, los errores se concentran en la concordancia verbal, el uso de los artículos, las preposiciones y los pronombres. En lenguas más analíticas como el inglés, se observan dificultades con los auxiliares, las marcas de tiempo y las estructuras pasivas. En todos los casos, sin embargo, el patrón común es la dificultad para manejar las relaciones gramaticales que organizan las oraciones. Esta transversalidad lingüística ha sido documentada por estudios translingüísticos que encuentran perfiles similares de afectación gramatical en niños con TDL de diferentes contextos culturales y lingüísticos.

Desde el punto de vista clínico, estas observaciones tienen implicancias importantes. Las evaluaciones diagnósticas del lenguaje deben prestar especial atención al componente gramatical, evaluando no solo la producción espontánea del niño, sino también su capacidad para comprender y construir oraciones que impliquen relaciones sintácticas complejas. Instrumentos como la CELF (Clinical Evaluation of Language Fundamentals), la BLOC-C (Batería de Lenguaje Objetiva y Criterial) o protocolos de evaluación narrativa permiten detectar patrones gramaticales alterados. La intervención, a su vez, debe enfocarse en la enseñanza explícita de la gramática, no desde una perspectiva normativa o escolar, sino como una herramienta para mejorar la competencia comunicativa. Las estrategias de intervención más efectivas son aquellas que combinan el input rico, repetido y gramaticalmente correcto, con oportunidades de producción guiada y retroalimentación inmediata. También es útil el uso de apoyos visuales, secuencias narrativas, estructuras de andamiaje y tareas de reformulación.

En síntesis, la evidencia empírica, los modelos teóricos, los estudios longitudinales y las observaciones clínicas coinciden en señalar que el Trastorno del Desarrollo del Lenguaje es, en su núcleo más característico, un trastorno gramatical. Aunque puede haber variabilidad en las manifestaciones individuales y coexistencia de otros déficits, las dificultades morfosintácticas son las más robustas, persistentes y predictivas del perfil lingüístico del niño con TDL. Reconocer esta especificidad permite no solo afinar los criterios diagnósticos, sino también diseñar intervenciones más precisas y efectivas. Asimismo, es un recordatorio de que la gramática no es una cuestión secundaria del lenguaje, sino una dimensión estructural esencial para pensar, comunicar y comprender. Apostar por su fortalecimiento es, por lo tanto, apostar por una mejora integral en la calidad de vida comunicativa de los niños con TDL.