La relación entre el hemisferio derecho y el plano pragmático del lenguaje: un descubrimiento reciente en la arquitectura lingüística

La comprensión del lenguaje humano ha sido uno de los objetivos más complejos y enriquecedores en el campo de las neurociencias cognitivas y la lingüística. Tradicionalmente, los estudios del lenguaje se han centrado en aspectos formales, como la fonología, la morfosintaxis y la semántica, usualmente asociados al funcionamiento del hemisferio izquierdo del cerebro. Sin embargo, en las últimas décadas, ha emergido con fuerza un nuevo plano de análisis: el plano pragmático. Este nivel del lenguaje, orientado al uso comunicativo y contextual de los enunciados, ha sido históricamente postergado en las teorías lingüísticas formales, y sólo recientemente se ha reconocido su relevancia tanto desde una perspectiva lingüística como neurobiológica. Uno de los hallazgos más significativos en este sentido es la asociación entre el procesamiento pragmático y la actividad del hemisferio derecho, lo cual ha abierto nuevas posibilidades de interpretación sobre la organización cerebral del lenguaje.

La pragmática, como disciplina lingüística, estudia cómo los hablantes usan el lenguaje en contextos comunicativos específicos, cómo interpretan intenciones, infieren significados implícitos y manejan normas de cortesía, ironía, implicaturas conversacionales y coherencia discursiva. A diferencia de otros planos lingüísticos, como la sintaxis o la fonología, que pueden analizarse de forma relativamente autónoma del contexto, la pragmática depende necesariamente de factores extralingüísticos: la situación comunicativa, el conocimiento compartido, la teoría de la mente y la intencionalidad del hablante. Este carácter contextual ha dificultado su integración a modelos lingüísticos formales, tradicionalmente inspirados en paradigmas estructuralistas o generativistas, donde predominaba el ideal de un lenguaje computacionalmente procesable y lógico.

El descubrimiento del plano pragmático como una dimensión fundamental del lenguaje se dio de manera más tardía que el resto de los planos lingüísticos. Autores como Austin (1962) y Searle (1969) fueron pioneros en destacar que el lenguaje no sólo describe el mundo sino que también realiza acciones, como prometer, ordenar, saludar o disculparse. Sin embargo, no fue sino hasta los aportes de Grice (1975) y su teoría de la implicatura conversacional, que la pragmática comenzó a consolidarse como un campo específico de estudio. A partir de allí, se ha desarrollado una rama de la lingüística dedicada a examinar los mecanismos inferenciales que permiten a los interlocutores construir e interpretar significados más allá de lo explícitamente dicho. Este plano pragmático es, por tanto, uno de los descubrimientos más recientes en la arquitectura del lenguaje, y su estudio ha llevado a revisar la forma en que concebimos la cognición lingüística.

Desde el punto de vista neurológico, las primeras investigaciones sobre el lenguaje se centraron en áreas del hemisferio izquierdo como el área de Broca y el área de Wernicke. Esta lateralización izquierda del lenguaje se consideró, durante muchos años, como casi absoluta. No obstante, a partir de la segunda mitad del siglo XX, comenzaron a observarse casos clínicos que no se ajustaban a este modelo. Por ejemplo, pacientes con lesiones en el hemisferio derecho mostraban dificultades notorias para comprender ironías, chistes, metáforas, así como para interpretar la prosodia emocional o mantener la coherencia discursiva. Estos déficits no implicaban necesariamente una alteración en la producción gramatical o en el acceso léxico, lo cual sugería que el hemisferio derecho estaba involucrado en aspectos del lenguaje que iban más allá de la forma.

La prosodia, que incluye la entonación, el ritmo y el énfasis, es una de las dimensiones lingüísticas donde más claramente se evidencia la participación del hemisferio derecho. La prosodia emocional, por ejemplo, permite distinguir entre una afirmación neutral y una sarcástica, entre una pregunta y una amenaza velada, elementos fundamentales para una adecuada interpretación pragmática. Estudios como los de Joanette, Goulet y Hannequin (1990) demostraron que pacientes con daño en el hemisferio derecho presentaban dificultades en la interpretación de la prosodia emocional, aun cuando su comprensión léxica y sintáctica se mantenía intacta.

Otro ámbito donde se verifica la función pragmática del hemisferio derecho es la comprensión de inferencias y la teoría de la mente. La capacidad de inferir lo que el interlocutor realmente quiere decir, incluso cuando no lo expresa de forma directa, requiere una activación de redes neuronales complejas que incluyen regiones del lóbulo parietal y temporal derecho. Investigaciones con neuroimágenes funcionales (fMRI) han revelado que durante tareas de comprensión de ironías o metáforas, se activa de manera significativa el hemisferio derecho, especialmente en la corteza prefrontal dorsolateral y en el giro temporal superior derecho (Reyes-Aguilar et al., 2018).

La teoría de la mente, es decir, la capacidad de atribuir intenciones, emociones y creencias a los demás, se encuentra íntimamente relacionada con la pragmática. Para comprender enunciados como “¿Podrías cerrar la ventana?” como una petición más que una pregunta literal, es necesario inferir la intención comunicativa del hablante, lo cual implica una forma sofisticada de cognición social. En este sentido, el hemisferio derecho parece desempeñar un rol clave, tal como lo demuestran estudios en pacientes con lesiones derechas que exhiben dificultades para comprender actos de habla indirectos, bromas o dobles sentidos (Tompkins, 1995).

Es importante señalar que el hemisferio derecho no actúa de forma aislada, sino en interacción constante con el hemisferio izquierdo. Ambos hemisferios trabajan de manera complementaria: mientras que el hemisferio izquierdo procesa los aspectos formales y estructurales del lenguaje, el derecho se encarga de integrar esa información en contextos más amplios, facilitando la coherencia narrativa, la interpretación emocional y la adecuación social de los intercambios lingüísticos. Esta cooperación interhemisférica ha sido puesta en evidencia en estudios de conectividad funcional que muestran una sinergia entre redes corticales distribuidas en ambos hemisferios durante tareas comunicativas complejas.

La pragmática es también un componente fundamental para la comunicación en contextos naturales y sociales. Las habilidades pragmáticas permiten regular turnos de habla, mantener el tema de conversación, adaptar el lenguaje al interlocutor y al entorno, y resolver ambigüedades contextuales. Estas capacidades son especialmente vulnerables en ciertas patologías neurocognitivas, como el trastorno del espectro autista (TEA), donde se ha observado una disociación entre el dominio estructural del lenguaje y el uso pragmático del mismo. En estos casos, aunque el léxico y la sintaxis pueden estar conservados, los individuos presentan dificultades para interpretar el lenguaje no literal o seguir normas conversacionales, lo cual se relaciona con alteraciones en redes cerebrales que incluyen, nuevamente, regiones del hemisferio derecho.

En síntesis, el plano pragmático constituye una dimensión esencial y recientemente reconocida del lenguaje humano, que no puede explicarse ni comprenderse adecuadamente sin tener en cuenta la participación del hemisferio derecho. Este descubrimiento ha ampliado la concepción clásica del lenguaje como una función puramente lateralizada al hemisferio izquierdo, y ha puesto de relieve la importancia de los procesos inferenciales, emocionales y contextuales en la comunicación humana. Integrar el plano pragmático al estudio del lenguaje implica también adoptar una visión más holística de la cognición, donde el lenguaje se comprende no sólo como un sistema formal de signos, sino como una práctica situada, interactiva y profundamente enraizada en la experiencia social.

Así, el estudio del hemisferio derecho y su vinculación con el plano pragmático no sólo ha revolucionado la neurolingüística, sino que también ha modificado la forma en que concebimos el lenguaje en su totalidad. El reconocimiento tardío de este plano revela, en cierto modo, un sesgo histórico hacia los aspectos formales y estructurales del lenguaje, en detrimento de su dimensión social y comunicativa. Revalorizar la pragmática no es sólo un acto de justicia teórica, sino una necesidad empírica, que nos permite comprender más plenamente las múltiples formas en que el lenguaje se manifiesta, se interpreta y se vive en los contextos reales de interacción.

Referencias

Austin, J. L. (1962). How to do things with words. Oxford University Press.

Grice, H. P. (1975). Logic and conversation. En P. Cole & J. Morgan (Eds.), Syntax and semantics, vol. 3: Speech acts (pp. 41–58). Academic Press.

Joanette, Y., Goulet, P., & Hannequin, D. (1990). Right hemisphere and verbal communication. Springer-Verlag.

Reyes-Aguilar, A., Valles-Capetillo, E., & Giordano, M. (2018). The role of the right hemisphere in the comprehension of figurative language: A meta-analysis. Frontiers in Psychology, 9, 1–15. https://doi.org/10.3389/fpsyg.2018.00883

Searle, J. R. (1969). Speech acts: An essay in the philosophy of language. Cambridge University Press.Tompkins, C. A. (1995). Right hemisphere communication disorders: Theory and management. Singular Publishing Group.