¿Sabías que no todas las dislexias son iguales?

Cuando hablamos de dislexia, muchas veces pensamos en “confundir letras” o “leer despacio”. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y fascinante. La dislexia no es un único trastorno, sino un conjunto de dificultades que pueden manifestarse de formas muy distintas. Estas diferencias dependen de cómo el cerebro procesa la lectura y de qué rutas cognitivas se ven afectadas.

El cerebro lector

Leer es un proceso profundamente cerebral. Según los modelos cognitivos de la lectura (Coltheart, 1978; Ellis & Young, 1988; Dehaene, 2009), existen dos rutas principales que usamos al reconocer palabras:

  • Ruta léxica o directa: nos permite leer palabras conocidas de manera global y automática. Cuando vemos la palabra casa, no necesitamos pronunciarla mentalmente: la reconocemos al instante.
  • Ruta fonológica o indirecta: se activa cuando encontramos palabras nuevas o inventadas (paflo, por ejemplo). En esos casos, debemos convertir cada letra en su sonido y luego unirlos mentalmente.

Ambas rutas trabajan coordinadamente. Pero cuando una de ellas se altera, surgen distintos perfiles de dislexia. Los neuropsicólogos Marshall y Newcombe (1973) fueron los primeros en proponer una clasificación que sigue vigente hoy: dislexia fonológica, dislexia superficial y dislexia profunda.

Dislexia fonológica: cuando falla el “traductor interno”

Imaginemos que cada palabra desconocida es un código que el cerebro debe descifrar. En la dislexia fonológica, esa capacidad de decodificar está afectada. El lector tiene dificultades para aplicar las reglas de conversión grafema–fonema, es decir, para transformar las letras en sonidos.

Así, puede leer correctamente mesa o casa, pero no una palabra inventada como mopli.

Características principales:

  • Lectura correcta de palabras conocidas, pero dificultad con pseudopalabras.
  • Sustituciones de palabras por otras parecidas (“mesa” por “masa”).
  • Ortografía deficiente, con errores fonológicos (b/p, d/t).

En el cerebro:
Los estudios de neuroimagen (Shaywitz et al., 2002; Pugh et al., 2013) muestran menor activación en áreas temporoparietales izquierdas, responsables de vincular sonidos y grafemas. El cerebro “sabe” cómo suenan las palabras familiares, pero le cuesta aplicar reglas nuevas.

Dislexia superficial: leer bien lo nuevo, pero mal lo familiar

En este tipo de dislexia ocurre lo contrario. El lector logra decodificar letra por letra, pero no puede acceder rápidamente a la forma visual de las palabras conocidas. Su memoria ortográfica no está consolidada, por lo que lee todo lentamente, incluso palabras frecuentes.

Características principales:

  • Lectura lenta y silabeada.
  • Dificultad para reconocer palabras irregulares.
  • Ortografía visual deficiente.

En el cerebro:
Se observa menor activación en regiones occipitotemporales izquierdas, especialmente en el área visual de la palabra (Dehaene & Cohen, 2011), donde se almacenan las “imágenes mentales” de las palabras. El lector depende demasiado de la ruta fonológica, por eso su lectura es correcta, pero poco automática.

Dislexia profunda o mixta: cuando se combinan los errores de sentido

La dislexia profunda, también llamada mixta, es la más compleja y menos frecuente. En ella se alteran ambas rutas de lectura, y el lector comete errores semánticos: puede decir “gato” en lugar de “perro” o “mesa” por “silla”.

Este tipo suele observarse en adultos con lesiones cerebrales adquiridas, aunque también puede manifestarse en niños con dislexia evolutiva grave.

Características principales:

  • Errores semánticos (sustituciones por palabras de significado similar).
  • Dificultad para leer pseudopalabras.
  • Errores morfológicos o gramaticales.
  • Posible alteración de la comprensión lectora.

En el cerebro:
Las lesiones son más extensas y comprometen tanto el sistema léxico como el fonológico. Según Coltheart (2006) y Plaut et al. (1996), el cerebro intenta compensar reorganizando las rutas lectoras, pero lo hace de forma ineficiente, generando asociaciones semánticas equivocadas.

Otras formas de clasificar la dislexia

Además de la tipología clásica, existen otras perspectivas. Una distinción importante es entre dislexias adquiridas (por lesiones en lectores previamente alfabetizados) y dislexias evolutivas, que aparecen desde los primeros años escolares sin daño neurológico.

Dentro de las evolutivas se describen subtipos más específicos:

🔹 Dislexia visual: dificultades visoperceptivas. Se confunden letras similares (p/q, b/d, m/n) o se altera el orden de las letras.
🔹 Dislexia auditiva: afecta la conciencia fonológica y la memoria auditiva verbal. El niño tiene problemas para segmentar sonidos o reconocer rimas.
🔹 Dislexia mixta: combina dificultades visuales y fonológicas; es la más común y requiere abordar ambas rutas lectoras.

Leer no es un acto natural. A diferencia del lenguaje oral, que emerge espontáneamente, la lectura requiere un proceso de aprendizaje complejo en el que el cerebro recicla circuitos diseñados para otras funciones visuales y los adapta a un código cultural nuevo: el alfabeto. Así lo explica el neurocientífico Stanislas Dehaene (2009), quien sostiene que este “reciclaje neuronal” convierte la lectura en una hazaña evolutiva única. Por eso, cualquier alteración en los componentes visuales, fonológicos, morfosintácticos o atencionales puede generar dificultades lectoras y dar lugar a distintos perfiles de dislexia.

Uno de los mitos más persistentes en torno a la dislexia es que está relacionada con un menor nivel de inteligencia. Nada más alejado de la realidad. Las investigaciones de Lyon, Shaywitz y Shaywitz (2003) demostraron que la dislexia no se debe a la falta de motivación, a un entorno educativo inadecuado ni a un déficit intelectual general. Las personas con dislexia suelen presentar un desarrollo cognitivo normal o incluso superior, y muchas de ellas se destacan en áreas creativas, artísticas, espaciales o de pensamiento visual. Su forma de procesar la información es diferente, no deficitaria.

La detección temprana es fundamental para modificar el pronóstico y favorecer el desarrollo lector. Las intervenciones más efectivas son aquellas que entrenan la conciencia fonológica, la correspondencia entre grafemas y fonemas, la memoria verbal de trabajo y la automatización de los procesos de lectura. Programas estructurados, multisensoriales y sistemáticos, como los enfoques fonológicos adaptados a la lengua española (Jiménez y Defior, 2005), han demostrado excelentes resultados. Además, es esencial acompañar estos procesos desde el plano emocional, ya que la frustración que suele acompañar a las dificultades lectoras puede impactar en la autoestima y en la motivación escolar del niño o la niña.

En el caso del español, la dislexia presenta características particulares. Nuestra lengua es transparente, lo que significa que las correspondencias entre letras y sonidos son bastante regulares. Por este motivo, las dislexias superficiales —aquellas en las que se afecta la lectura global de palabras irregulares— son menos frecuentes que en idiomas como el inglés, donde la ortografía presenta muchas excepciones. Sin embargo, los niños hispanohablantes con dislexia suelen mostrar dificultades fonológicas marcadas, lentitud lectora y errores ortográficos, especialmente en palabras con sílabas complejas o con reglas arbitrarias (Defior, 2014; Serrano y Defior, 2008).

La lectura involucra una vasta red de regiones cerebrales que trabajan de forma sincronizada. En el lóbulo occipitotemporal, el área visual de la palabra se encarga de reconocer las letras y sus combinaciones. En el lóbulo temporal superior, las áreas auditivas transforman esas letras en sonidos. En el lóbulo frontal inferior, el área de Broca planifica y articula las secuencias fonológicas. Finalmente, las regiones parietales integran toda esa información y la vinculan con el significado. Cuando alguna de estas conexiones no funciona correctamente, el cerebro lector se vuelve más lento y menos preciso. Sin embargo, la plasticidad cerebral permite que, mediante una intervención intensiva y bien dirigida, se reorganicen los circuitos neuronales y se logre una mejora significativa en la precisión y la fluidez.

La dislexia, en definitiva, no es un obstáculo insalvable, sino una manera diferente de procesar la información escrita. Comprender sus múltiples formas permite personalizar la enseñanza y la intervención terapéutica. Cada lector tiene un cerebro único, y descubrir cómo aprende constituye el primer paso para acompañarlo en la construcción de su propio camino lector y para ayudarlo a desplegar todo su potencial.

Bibliografía abreviada (APA 7ª):
Coltheart, M. (2006). Dual route and connectionist models of reading: An overview.
Dehaene, S. (2009). El cerebro lector. Siglo XXI.
Dehaene, S., & Cohen, L. (2011). The unique role of the visual word form area in reading. Trends in Cognitive Sciences, 15(6), 254–262.
Defior, S. (2014). Procesos cognitivos y dislexia en español. Revista de Logopedia, Foniatría y Audiología, 34(1), 1–10.
Ellis, A. W., & Young, A. (1988). Human Cognitive Neuropsychology. Psychology Press.
Jiménez, J. E., & Defior, S. (2005). Dislexia y enseñanza de la lectura: una perspectiva desde la lengua española.
Lyon, G. R., Shaywitz, S. E., & Shaywitz, B. A. (2003). A definition of dyslexia. Annals of Dyslexia, 53(1), 1–14.
Marshall, J. C., & Newcombe, F. (1973). Patterns of paralexia: A psycholinguistic approach.
Pugh, K. R., et al. (2013). Functional neuroimaging studies of reading and reading disability.
Shaywitz, S. E., & Shaywitz, B. A. (2002). Dislexia: un trastorno específico del lenguaje escrito.